Hace unos 4 años se estrenó una película documental sobre Julius Shulman, quien fuera quizás el fotógrafo de arquitectura más famoso de las décadas de la posguerra y hasta el surgimiento de la posmodernidad y que estuvo activo hasta poco antes de su muerte, a los 99 años de edad.
Esa película, titulada “Acústica Visual” la proyectaron ayer en el Colegio de Arquitectos de Cataluña seguida de un pequeño foro con la presencia de dos destacados fotógrafos de arquitectura en España: Adrià Goula y Duccio Malagamba. El filme documenta la obra fotográfica de Shulman sobre la tesis de que mientras los arquitectos modernistas afincados en la costa oeste de los Estados Unidos y en particular en Los Ángeles, creaban su interpretación de la modernidad, a través de un lenguaje propio y un sistema constructivo característico, que representaba al sistema de vida optimista que se desarrollaba en esa parte del mundo en la posguerra, Shulman lo dio a conocer “creando” la imagen de aquel movimiento.
“Los arquitectos viven y mueren en las imágenes que se toman de sus obras” se escucha decir en los primeros minutos del filme y ese es el espíritu que se mantiene a lo largo de todo su metraje. Shulman dedicó toda su vida a inmortalizar tanto a arquitectos como arquitecturas que hoy viven en nuestra memoria sin haberlas visitado jamás, porque hay que reconocer lo que sabiamente decía Adrià Goula en la pequeña mesa redonda final: “La gran mayoría de la arquitectura que conoce un arquitecto y con la que se ha educado, la ha conocido a través de la fotografía” y en ese sentido Shuman fue el maestro que nos enseño la obra de Richard Neutra, Pierre Koenig, John Lautner, Oscar Niemeyer, Ricardo Legorreta e incluso Frank Lloyd Wright. En todo caso, en una entrevista que le hacen al director del filme, Eric Bricker, este dice que Shulman le comentó alguna vez que él había vendido más casas que las que vendían los propios arquitectos.
Comparto lo que echaba en falta Malaganba en los comentarios finales. Para un fotógrafo, la película adolece de falta de análisis de las fotografías desde un punto de vista técnico y se centra más en la personalidad del fotógrafo, quien aparece como un anciano vital y enamorado de su trabajo y que aun teniendo que necesitar de un socio que, siguiendo sus instrucciones, moviera el equipo; lo colocara en el punto exacto para hacer la foto e incluso disparara el obturador por él, seguía a sus 90 y tantos años haciendo fotografías de calidad. Sin embargo, también creo que la crítica de Malagamba se diluye si el film se entiende, no como una película para aprender fotografía de arquitectura, sino como una mirada a la vida y obra de un fotógrafo que estaba en el lugar correcto en el momento oportuno en el que un grupo de arquitectos, que vivían un boom profesional único, pensaron que podrían sacarle partido a un fotógrafo joven e inexperto a buen precio, como explica el hijo de Richard Neutra.
Shulman aprovechó la ola de optimismo que se vivía en Hollywood de posguerra y como le dice alguien al propio Shulman en una escena al final del filme, se hizo más famoso que Elvis. Sin embargo, siendo fiel a la arquitectura del movimiento moderno que compartió a través de sus fotos, se sintió que ya no tenía espacio con el surgimiento de la arquitectura posmoderna y prefirió retirarse, dejando en herencia a su socio en aquel momento 10.000 $ en efectivo y 60.000 $ en equipos. Un trato justo diría el socio en el film.
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